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febrero 16, 2013

La mala educación



He crecido escuchando a mi madre que me decía “nunca pierdas la educación”. La educación abarcaba todo en mi casa familiar. Desde la sonrisa a las personas que te obligaban a conocer  de pequeño (y para lo  que yo tenía que hacer una esfuerzo sobrehumano, porque como ya comenté en otro artículo, creo que nací sin sonrisa social) hasta las pautas más tradicionales como la llamada de felicitación  en los nacimientos, dar las gracias, respetar a todos por igual…

Y no sólo me lo han dicho, sino que he tenido la suerte de nacer en una familia donde todo esto lo podía apreciar en el día a día. El respeto por los demás ha sido y será siempre el pilar fundamental, así como el trabajo y la responsabilidad o la lucha por el amor y hacer el bien y además divertirse. No sólo lo decían, mis padres lo demostraban en el día a día y así yo crecí pensando que era lo normal.  

Sin embargo, hace poco he asistido a una reunión en la que pude comprobar que todo esto no es lo normal. Encontré que la mala educación tiene sitio en la sociedad, ¡y más sitio del que yo pensaba! Pero lo que más me preocupa es que estas personas son las que exigen una educación exquisita para sus hijos, o personas que exigen a sus empleados y a sus equipos respeto unos con otros y ellos creen que la única responsabilidad que tienen es la de exigirlo (y de la manera más desagradable). David Sousa, experto en funcionamiento del cerebro en la educación, explicaba cómo la forma más eficaz de enseñar algo a alguien es por imitación. En el aprendizaje va a tener siempre más peso lo que hagas que lo que digas que tienen que hacer. Y esto funciona igual hacia los hijos, hacia los empleados o colaboradores, en la familia, en la política…si quieres que alguien aprenda a ser o a comportarse de una determinada forma ¡empieza por ser tú su modelo!


Por desgracia, estas personas impertinentes y mal educadas te la vas a seguir encontrando. Y por eso te recuerdo lo que decía Will Smith en una de sus películas: “si tienes un sueño tienes que protegerlo”. Si tu sueño, como el mío, es ser feliz (o algo parecido) tienes que protegerte. Porque la mala educación, la impertinencia, el egoísmo…los vas a afrontar y llegarán disfrazados de seres humanos en tu más rutinaria cotidianeidad. Durante mucho tiempo he justificado a las personas que lo hacían pensando que no eran conscientes. Creo que hoy, después de haber vivido lo suficiente, no lo justifico más y considero que cada uno es responsable de su comportamiento. A mi también me hubiera salido fácilmente de forma instintiva responder mal a las impertinencias recibidas hace poco en la reunión, pero no lo hice por respeto a los demás que estaban allí; a mi también me hubiera gustado echar la culpa de mi timidez a factores externos pero he sido responsable y he invertido muchas horas de mi vida en formarme y crecer personalmente; a mi también  me hubiera sido más cómodo no pensar en cómo sacar una sonrisa a las personas con la que me encuentro y aunque a veces es difícil porque se me olvida poner la atención fuera de mi, lo intento y como dice Richard Bandler al final del día me pregunto “¿a cuántas personas he hecho felices hoy?”. Todo esto se llama responsabilidad, que como explica mi maestro Claudio Belotti, “respons-abilidad” es la “habilidad de responder”.

Ahora más que nunca, porque estoy en ese momento mágico de la vida en que eres lo suficientemente adulto para agradecer al universo todo lo que te ha ofrecido y te sigue ofreciendo, mantengo la educación y la serenidad aunque  esté delante de la persona más impertinente del mundo. Además, con años de formación en técnicas de  Programación Neurolingüística he aprendido que, como decía Eleanor Roosevelt,  “nadie puede herirte sin tu consentimiento”.


He tardado muchos años en encontrar mi sonrisa social, he luchado mucho por conseguir el equilibrio, ese lugar personal que describe el gurú espiritual Osho en el  que cuando te preguntan “¿por qué estás feliz?”  tú no sabes qué contestar pero eres inmensamente feliz. Y aunque sigo siendo la persona sensible que se derrite ante un abrazo o el amor de alguien especial y que ama profundamente, ahora he aprendido a protegerme sobre todo de las personas tóxicas, de las impertinentes y de las mal educadas.

Recuerda: si tienes un sueño tienes que protegerlo. Mi sueño es mi felicidad por eso lo protejo, espero que tú también lo estés haciendo.

¡Que tengas una feliz semana!

Paloma